SE ABRE EL TELÓN
La realidad sobre el escenario adquiere otra dimensión: la expresión se lleva al límite, los sentidos se llenan de emociones y el ambiente que se crea nos remueve por dentro y no nos deja indiferentes.
Por ello, de un espectáculo nunca se sale inmune, cuando acaba ya no somos la misma persona de antes.
La luz pone el foco dónde le interesa que se fijen nuestros sentidos y crea la atmósfera adecuada para que se haga la magia. Esa luz, a veces intensa o sutil, a veces casi oscura, o colorida juega contigo a que la sigas y te encuentres o te pierdas en ella. Ya no tienes el control y te entregas en cuerpo y alma a sus desvaríos.
Una pose en la escena dice mucho sin necesidad de usar una sola palabra, te grita a la cara. El gesto, las manos, los cuerpos, una sonrisa, una mirada o unos ojos cerrados son capaces de hablar tanto o más que una voz.
Y todo ello acompañado de música…¡como no sucumbir ante tal despliegue!
Es lo que tiene el arte, para bien o para mal te atrapa, te lleva por donde quiere y te obliga a sentir, esa es su razón de ser.
Texto Ana Sancho