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Desde dónde miramos

Alfombra roja, luces, colores, estilo, música, micrófonos, cámaras, trajes de gala, decorados, flashes, glamour, joyas…

¿Qué provoca ese momento único en el que la presencia de ciertas personas o personajes lo llenan todo? ¿Por qué se detiene el tiempo en ese instante y se desata una explosión de sentimientos?.

Quizás es la puesta en escena. Se nos muestra lo único, lo deseado, lo envidiado, lo perfecto frente al resto, la normalidad, lo común. Se contraponen dos realidades opuestas, la persona admirada y aquella que admira, como si formasen parte de universos paralelos separados por una distancia, una actitud y un gran decorado.

Si lo pensamos, no idolatramos realmente a la persona que tenemos delante, puesto que no la conocemos, admiramos la imagen de ella que hemos dibujado en nuestra mente. Esa imagen suele ser un reflejo de nuestras propias carencias. Nos conmueve su personalidad, nos impresiona su seguridad, anhelamos su fama o su estilo de vida y nos gustaría vernos en su piel para ver qué se siente al otro lado del telón.

Y siempre hemos admirado la belleza. Lo bello nos transmite una sensación de bienestar inmediata, aunque al mismo tiempo levanta pasiones que pueden resultar incómodas. En cualquier caso, nuestra expresión facial cambia cuando vemos algo que nos resulta hermoso porque un sentimiento poderoso se activa en nuestro cerebro.

¿Y qué ocurre cuando esa distancia que nos separa se transforma en cercanía? La proximidad piel con piel con aquello que nos impresiona o se sale de lo cotidiano nos sorprende, nos hace gritar, nos saca una sonrisa, y vivimos entonces un momento de evasión total.

Eso sí, solo un instante, porque al final todo vuelve a su lugar…

Fotos realizadas en la alfombra roja de la inauguración del 26 Festival de Málaga

Texto: Ana Sancho

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